Todo estaba dado para que sea una noche triunfante de cara al clásico. Un colmado Coloso hacía temblar el piso. Pero el Rojo le trituró las ilusiones a los leprosos y les dejó un mar de preguntas, al menos hasta el próximo domingo.

Newell’s  podía aprovechar el empate de Boca y alcanzarlo en la cima. La cancha se venía abajo. Color, calor y tribunas atestadas. Y como suele ocurrir en estos casos, la desbordante euforia o es una carta de triunfo o se vuelve un boomerang y paraliza.

Lo cierto es que a los 2 minutos del pitazo inicial, Newell’s ya perdía 1 a 0.

El equipo del gran orden defensivo quedaba desarticulado y sorprendido. Encima se iba por lesión el barbado lateral José San Román, una especie de San Pedro, piedra fundamental sobre la que se erigía la iglesia del equilibrio defensivo leproso. El Diablo metía la cola.

Pero la Lepra sacó fuerza de donde pudo y con algo de fortuna a su favor, Nacho Scocco empató de penal. Otra vez, el estadio era un hervidero. Pero el Diablo ni se inmutó.

Los rápidos y furiosos pibes de Independientes, Ezequiel Barcos, Martín Benítez y Emiliano Rigoni Barco, parecían demonios inalcanzables. El primer tiempo fue tan tensionante que ni hubo tiempo para recordar el clásico que se viene.

En el entretiempo, aún había ansiedad y esperanza. Pero las expectativas se evaporaron otra vez tempranamente, con un gol de Rigoni apenas iniciado el complemento que agarró a muchos hinchas todavía con un pancho en el buche.

La tercera estocada de contragolpe estaba al caer, y sucedió nomás a traves del puma Emanuel Gigliotti, ex Colón y ex Boca.

El Rojinegro estaba al borde del nocaut. Como nunca se lo vio en la era de Diego Osella, parecía desmoronarse como un castillo de arena. Y vino el cuarto, también del Puma.

Era una de esas noches negras, se venía una goleada histórica, pero no fue de milagro. El Diablo hizo de las suyas pero Dios debía estar todavía entre los leprosos, e incluso al final Maxi Rodríguez descontó con un golazo como para mantener el honor aún alto.

El estadio volvió a tronar, la hinchada alentó desaforada porque a pesar del duro golpe ante el Diablo la Lepra sigue cerca de la punta y le espera otra prueba de fuego, esta vez, nada menos que ante Central. Y después del olor a azufre que dejó el Rojo, los del parque necesitan que, además, el clásico se transforme en un exorcismo.

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