Luego de que más de 150 mil personas salieran a exigir “elecciones directas ya”, el gobierno anunció la toma de Brasilia por parte de las fuerzas armadas, medida cuestionada que tuvo que levantar en menos de 24 horas. El usurpador tambalea. Mientras, la derecha busca un continuador del ajuste y quiere evitar que Lula compita en votaciones libres.

El ilegítimo gobierno de Michel Temer tiene los días contados. La banda de delincuentes que lo llevó al poder, la que organizó el complot que dio el golpe contra Dilma Rousseff, ya busca reemplazante. Se lo quiere sacar de encima. Está demasiado sucio Temer, quemado, enlodado.

Los cables de las agencias internacionales describieron este viernes pasado: “El despliegue del Ejército en la explanada de los ministerios de Brasilia fue tan breve como sintomático. La polémica medida ordenada por el presidente Michel Temer tras las violentas protestas del miércoles pasado duró menos de 24 horas y visibilizó la fuerte debilidad de su gobierno”.

El establishment corporativo-judicial-mediático, y vinculado a EEUU, necesita un nuevo personaje que termine el trabajo sucio que comenzó el ilegítimo mandatario golpista. Más precisamente, necesita un dirigente que logre la aprobación parlamentaria de la reforma jubilatoria y la flexibilización laboral, que quedaron trabadas cuando estalló el escándalo de las escuchas que vinculan a Temer con coimas pagadas al frigorífico JBS.

La derecha necesita que alguien haga de presidente y que, si no es mucho pedir, no vaya preso en medio de su mandato. No parece un requisito muy exigente, en teoría. Pero en la práctica sí lo es. El cipayaje brasileño nada, y se hunde, en un mar de bosta.

Por eso Temer se degrada, minuto a minuto, como un cadáver bajo el sol severo de una playa carioca en verano. Por eso reprimió ferozmente la marcha de este miércoles en Brasilia, y luego sacó el ejército a la calle.

De golpista a represor. De represor a dictador. Ya venía infiltrando a los movimientos sociales con personal de inteligencia del ejército, desde que asumió. En la marcha del miércoles también infiltró agitadores para que promovieran disturbios. La deriva autoritaria de su gobierno no comenzó esta semana, comenzó con el golpe contra Dilma. Pero ahora, al borde del abismo, se muestra abiertamente, es capaz de cualquier cosa.

“Se dice que los animales venenosos, cuando están por morir, tiran sus peores venenos. Ese parece ser el comportamiento de Michel Temer, a quien sus mismos aliados ya habían comunicado que su gobierno había terminado. Ayer (por el miércoles) llamó, precipitadamente, a las fuerzas armadas, para protegerse de la manifestación más grande de la historia de Brasilia, con 150 mil personas llegadas de todas las provincias de Brasil”, escribió Emir Sader en su nota de Página 12 publicada el 25 de mayo con el título “El peor veneno”.

“Cuando se enteró de la orden de Temer, el presidente del Supremo Tribunal Federal afirmó que esperaba que no fuera cierto. El presidente de la Cámara de Diputados aclaró que le había solicitado fuerzas policiales para proteger el Congreso, pero no soldados. El gobernador de Brasilia dijo que no sabía nada. La oposición trata de revertir la decisión del presidente, que es ilegal, ya que no puede apelar a las fuerzas armadas en las actuales circunstancias”, agrega Sader.

Temer está cada vez más solo. Hay fuertes reacomodamientos dentro de los bloques dominantes que dieron el golpe contra Dilma. Hay diferencias internas, tácticas, no estratégicas. Uno de los problemas es a quién elegir para que siga con el ajuste. Otro de los problemas es cómo frenar al pueblo en las calles, que no quiere ajuste, sino elecciones libres, para poder votar a Lula. La solución a este segundo inconveniente asomó claramente esta semana: represión. La derecha quiere frenar al pueblo, por un lado, y sacar del medio al candidato que lo representa, Lula, por el otro. Ese es el plan. Con el ejército en las calles, los servicios infiltrados en los movimientos sociales, y los medios hegemónicos ejerciendo la violencia simbólica, complemento indispensable de la violencia de las balas, los palos y los gases.

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