Es la mañana del viernes 19 de mayo de 2017. En el aula 303 de la Facultad de Ciencia Política, el filósofo y politólogo Eduardo Rinesi –graduado de la casa; magíster y doctor; docente y autor prolífico; y decano de la Universidad de General Sarmiento– desarrolla la conferencia inaugural de la jornada “Política, estética y comunicación”. Va trazando un recorrido histórico sobre las nociones de democracia en los últimos 40 años de la Argentina. Identifica y califica etapas. Cuando llega el turno del kirchnerismo, resalta que todo lo de “interesante, de recuperable y de reivindicable” que ha tenido va más allá de su evidente pertenencia a la tradición nacional-popular y de la conquista de derechos; y lo considera también como “lo mejor del liberalismo político” de nuestra historia.

Tras la conferencia, su diálogo con El Eslabón se centrará en esa idea, que –desarrollada– resulta por demás de significativa para pensar en el futuro de esa identidad política, lo que lógicamente excede a la conversación.
“Cuando se escriba en serio la historia del mejor liberalismo político en la Argentina, el kirchnerismo deberá ocupar ahí un lugar fundamental”, afirma Rinesi y amplía: “Su preocupación por la libertad negativa de los ciudadanos es la mayor que se haya conocido, sin duda, desde el 83 para acá, pero me atrevo a decir también que es de las mayores que pueden registrarse a lo largo de toda la historia política argentina”.

—Decías en la charla que si el alfonsinismo había hablado mucho de “Democracia”, el kirchnerismo habló mucho de “democratización”, que pensó la Democracia más bien como un proceso…
—Sí, como un proceso asociado a dos ideas. Una es la de derechos, que es muy importante en la retórica kirchnerista. La Democracia como una proceso de ampliación de derechos, de transformación de lo que nos habíamos acostumbrado a naturalizar como siendo privilegios o prerrogativas de unos pocos en posibilidades que eran o que tenían que poder ser ciertas y efectivas para todos. La otra idea es la de libertad o la de libertades, porque me parece que a la idea de libertad el kirchnerismo la alentó en tres sentidos diferentes: en el sentido de la libertad «negativa» de los ciudadanos respecto a los poderes que podían amenazarla, sofocarla, asfixiarla; en el sentido de la libertad “positiva” de los ciudadanos para participar en los asuntos públicos, y en el sentido “republicano” de la libertad entendida en un sentido que nos obliga a comprender que nadie puede ser libre en un país que no es libre. Es decir, la libertad entendida como un atributo no solo de los ciudadanos sino también del pueblo. La libertad como cosa pública. Por eso decía, la libertad en el sentido republicano; pero no en el sentido de la idea de una república aristocrática o minoritarista, sino en el sentido de una república popular. La libertad como soberanía.

—Que el kirchnerismo, que se piensa a sí mismo como parte de la tradición nacional y popular argentina, tenga una idea “democrática” de libertad, no parece extraño. Ahora, que tenga una idea “republicana” suena más raro, aunque vos aclarás que se trata de la idea de una república popular. Pero que tenga una idea “liberal” de la Democracia parece mucho más extraño…
—Y sin embargo es así. Cuando se escriba en serio la historia del mejor liberalismo político en la Argentina, el kirchnerismo deberá ocupar ahí un lugar fundamental. Su preocupación por la libertad negativa de los ciudadanos es la mayor que se haya conocido, sin duda, desde el 83 para acá, pero me atrevo a decir también que es de las mayores que pueden registrarse a lo largo de toda la historia política argentina. En efecto, no fue ninguno de los gobiernos que se dieron a sí mismos el calificativo de “liberales”, ni a los que los grandes diarios calificaron como “liberales”, los que se animaron a eliminar la figura de las calumnias y de las injurias del mapa de las posibilidades de censura estatal a la más irrestricta libertad de prensa que hayamos conocido, sin duda alguna, en 200 años de historia. No fue ninguno de los gobiernos que se dieron a sí mismos o a los que los grandes diarios dieron el calificativo de «liberales» los que se animaron a decirles a las fuerzas de seguridad del país que mantuvieran el orden en los actos públicos de protesta sin llevar pistolas en las cartucheras. ¡Y había que leer los editoriales de los grandes diarios «liberales» reclamando airados que les devolvieran las pistolas a esos caballeros, preguntándose qué locura era ésa, gritando que así ya no se podía vivir!

—Y sin embargo el kirchnerismo no se reivindica a sí mismo como parte de la historia de ese liberalismo que vos decís que es uno de sus componentes…
—Porque no lo sabe o porque se siente incómodo con eso. El kirchnerismo es una mezcla rara de componentes y de tradiciones. Es parte de la historia del nacionalismo popular, es parte de la historia del liberalismo más recuperable, es parte de la historia del republicanismo popular, es parte de la historia del jacobinismo; pero, después, cuando se lee y se piensa a sí mismo, se lee y se piensa en los términos que le proporciona una sola de las tradiciones que él vino a mezclar con otras: la gran tradición nacional popular, que se lleva mal con la palabra «liberalismo» y que supone, equivocadamente, que no hay que reivindicarla, que se lleva malo con la palabra «república» y que ha decidido, equivocadamente, regalársela a la manga de conservadores que entre nosotros se han apropiado de ella. El kirchnerismo, al que paradójicamente se acusa de exceso de «relato» y de «narración», padece por el contrario un gran déficit de relato y de narración…

—¿No tiene –decís–, relato o narración?
—Sí, tiene, claro que tiene. Y mucho. Pero ese relato o narración que tiene está por debajo de lo que él mismo hizo; porque lo hizo mezclando muchas tradiciones, entre ellas la liberal. Yo creo que una ocasión que tuvo de saber eso, y de decir eso, fue con la muerte de Alfonsín a quien en sus últimos días le rindió una serie de homenajes que creo que no fueron un saludo a la bandera, sino el reconocimiento sincero de una comunidad de principios y valores: de una comunidad de principios y valores liberales. Pero después, cuando piensa y cuando dice lo que hizo, lo que le sale más fácil es repetir el gran relato nacional-popular más convencional. Que no es un relato sobre la libertad sino un relato sobre los derechos. Sobre la recuperación, en muchos casos, de derechos que habían sido conculcados, y de conquista, en otros muchos casos, muy interesantes, de derechos que nunca nadie, en la Argentina de antes de comienzos del siglo XXI, se había siquiera atrevido a pensar como derechos. Todo eso está muy bien. Todo eso es fundamental. Pero todo eso no agota, estoy diciendo, todo lo que de interesante, de recuperable y de reivindicable hizo y no siempre logró pensar bien, no siempre logró pensar a la altura de lo muy bueno que hizo, el kirchnerismo.

“Política, estética y comunicación”

“Arte, comunicación y política. Pensar el poder, los medios y las formas de la crítica” fue el título de la conferencia de Eduardo Rinesi, con la que se inauguró el pasado 19 de mayo, en la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales (UNR), la jornada “Política, estética y comunicación”, organizada por la red homónima, que precisamente dirige este filósofo y politólogo. La apertura del encuentro estuvo a cargo de Elisabeth Martínez de Aguirre, directora del Centro de Estudios e Investigaciones en Comunicación y Cultura (Ceicc); la directora de la carrera de Comunicación, Silvana Comba; y el decano de Ciencia Política, Franco Bartolacci. Durante la jornada se abordaron las articulaciones entre política y medios, en sus diferentes modalidades expresivas, a través de mesas de trabajo, donde presentaron ponencias; y también hubo exposiciones y proyecciones de audiovisuales.

Fuente: El Eslabón

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